domingo, mayo 20, 2007

LA MANO DEL MAESTRO.

Estropeado y marcado por el tiempo,
no despertó interés en el subastador,
mas él, disimulando y sonriendo,
tomó el viejo violín y a todos lo mostró.
"¡cuánto me ofrecen, por este instrumento!
¡Quién va a ser el mejor postor?", preguntó.
"Un duro, uno. ¿Alguno ofrece dos?
¡Dos duros! ¡Ah, alguien tres ofreció!
¡Tres duros, tres! Por tres el violín doy. . ."
Entonces, un anciano de cabello gris
se acercó lentamente, el arco levantó,
quitando el polvo al vetusto violín
las cuerdas flojas con cuidado ajustó,
y una melodía dulce dejó oír
que cual son de ángeles a todos pareció.
Al morir las notas, el subastador
con grave y mesurada voz preguntó:
"Ahora, ¡cuánto dan por este violín!"
Y en alto el instrumento levantó.
"Mil duros allí. ¿Alguien me da dos mil?
¡Dos mil, dos mil! ¿Y quién me ofrece más?
¡Ah, tres mil! ¡Por tres mil el violín se va!"
Hubo ovaciones, pero alguien preguntó:
"Y, ¿cómo puede ser? Si no valía nada,
¿por qué de pronto su valor aumentó?"
Y al punto se oyó la respuesta muy clara:
"Es que la mano de un Maestro lo tocó".
Muchos hay que, con desafinada vida,
marcada y estropeada del pecado, al fin
a la malvada multitud se ofrecen
al más bajo precio, como el viejo violín,
por "Un plato de lentejas", una copa de vino
o un juego de necios, al mejor postor.
"¡Se vende! ¡Se vende! ¡Y ya está vendido!"
exclama contento el subastador.
Mas viene el Maestro, y los insensatos
"No lo entiendo", dicen, pues nadie captó
el valor de un alma y el cambio forjado
cuando la mano del Maestro la tocó.

(Traducción libre)

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